Un virus de dos mundos by TVP Juan Villoro
Un virus de dos mundos
CIUDAD DE MÉXICO — Durante seis meses di clases en Stanford y viví en San Francisco. Llegué en septiembre de 2019 y salí en marzo de 2020. En ese lapso, mi mente se acostumbró a un ejercicio binario: una parte de mi vida ocurría dos horas antes, en la tierra del origen; otra, en el desconocido presente. No era la única persona en esta circunstancia. Podían pasar días sin que hablara inglés. El contacto con otros migrantes reforzaba la sensación de estar en dos sitios a la vez. Además, los países que ocupaban mi mente estaban divididos. En Estados Unidos, la cadena CNN dedicaba su energía a justificar el juicio político a Donald Trump y la cadena Fox a negarlo. En México, la polarización entre los aliados del presidente López Obrador y sus detractores iba en aumento.
El año 2020 llegó como una profecía de duplicidad. Desde hace medio siglo, los mexicanos usamos una expresión para demostrar que hemos entendido: “Ya me cayó el veinte”. La frase proviene de los viejos teléfonos públicos que operaban con monedas de veinte centavos. 2020 se presentaba como una oportunidad de que el veinte “cayera” por partida doble, pero otra cifra dual complicaba las cosas: 2.0. Somos sujetos reales y virtuales.
Al encender mi computadora en Silicon Valley recibí un bautizo digital: fui hackeado. Usaba un servidor alemán independiente que, según explicó un técnico de Stanford, carece de los filtros de seguridad que solo tienen las grandes corporaciones. También mi computadora debía migrar a un sitio más poderoso.
Incluso antes de internet, Nabokov dijo que la palabra “realidad” debía escribirse entre comillas. Vivir en California tenía algo de irrealidad. El antiguo bastión de la psicodelia es la sede del LSD electrónico. La expansión de la conciencia que Timothy Leary prometió durante el “verano del amor” de 1967 se desarrolló de manera muy diferente con las herramientas digitales. Al compás de Grateful Dead, Jefferson Airplane y otros grupos del “sonido San Francisco”, los hijos de los hippies se transformaron en los geeks que celebraron un matrimonio entre la mente y la economía. Los datos personales se transformaron en mercancía. Lea todo el articulo del New York Times en español aqui...